Mundialmente el sector de la pesca
y la acuicultura en pequeña escala emplea unas 37 millones de personas, y otros
100 millones trabajan en actividades asociadas como la preparación, empaque, transporte,
comercialización…
La mala administración y la codicia humana tienen a dos tercios de
los bancos de pesca sobreexplotados y a un tercio restante en declinación, lo
cual manifiesta una significativa pérdida de biodiversidad y las zonas o “mares
muertos” se multiplican en los Océanos.
Las grandes corporaciones, ONG´s ex
ambientalistas y las Instituciones Financieras Internacionales, lejos de buscar
la solución del problema en las causas, intentan sacar provecho de esta
situación e introducen políticas relacionadas con “servicios ambientales”
(REDD+, “Agricultura inteligente”, “Carbón Azul”…) los cuales se orientan a
mercantilizar la naturaleza, poniéndole precio a vastos ecosistemas que los
pobres no pueden pagar.
Dichos organismos conscientemente ignoran que el Comité
de Pesca de la FAO, ha aprobado las “Directrices voluntarias para lograr la sostenibilidad de la pesca en
pequeña escala en el contexto de la seguridad alimentaria y la erradicación de
la pobreza”, las cuales según la misma FAO “contribuyen al logro de la seguridad alimentaria y la nutrición,
la erradicación de la pobreza, el desarrollo equitativo y la utilización
sostenible de los recursos …” Al contrario,
muchos países complementan su dependencia de un neoliberalismo
mercantilista adaptando sus Leyes de Pesca y Acuicultura a las exigencias
corporativas, a quienes en un marco de corrupción, les entregan los recursos
acuáticos, tal como ocurre en Honduras, Chile y otros países “desarrollados”.
El 21 de Noviembre y el resto de los días son propicios para
exponer estas situaciones que conducen a los recursos acuáticos y a la
humanidad a su extinción.
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